24 diciembre, 2007

CINCO


Una columna de salmos atraviesa el espacio interestelar como una lanza de sonido. Son los cánticos de júbilo y alabanza por la encarnación de un dios:
Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.
El argonauta ha llegado a la mitad de su viaje, a ese punto exacto en el que desaparece la atracción de la gravedad del mundo que abandonas y aún no ha aparecido la del mundo al que llegas. Es una especie de flotar en el vacio. Lastres e inercias han perdido toda su influencia y el movimiento solo se puede imaginar a costa de una voluntad que se imponga y se quiera en camino.
Bajo su cúpula craneal resuenan los ecos de las palabras del profeta ciego caminando por el jardín:
El ejecutor de una empresa atroz debe imaginar que ya la ha cumplido, debe imponerse un porvenir que sea irrevocable como el pasado.

No hay comentarios: