Puntual, como cada año, ha llegado a la cita. Anunciado por sus heraldos dehieloy de nieve, por las noches estremecedoras. Sin embargo, quizás una leve sonrisa se le escapa de los ojos -fríos?- antes de estrechar la mano. El traspaso de poderes se desarrolla en un clima de coordialidad. Otoño e Invierno son viejos amigos, se conocen desde siempre y no tienen inconveniente en posar juntos para las camaras, sobre el puente. Se inicia la nueva hégira.
El último en claudicar fue el nogal de Papá Noel. Ahora ya los tiene todos, salvo los inquebrantables y perennes, a quienes, por otra parte, tampoco deseaba. Con cierto retraso, pero con tiempo, antes de que el nuevo tirano llegue a desposeérle también a él de su fugaz imperio, cíclico, estacional, el Otoño, contempla su triunfo -cruel, grandioso e implacable- en la Galería donde pervivirán los verdes. Sólo en su Galería y en la memoria de los hombres. Hasta la primavera.
Desde su ventana estelar, sin que se le altere el pulso que le anima, contempla el progreso de la debacle y anota en su libreta los premios y castigos para sus tropas.