30 octubre, 2012

LA BATALLA


Antes de que se vaya octubre, de que se desvanezca para siempre, como la sangre que se libera y corre y no retorna a sus venas en el fragor de la batalla, regreso hasta este río, el Órbigo, el mío.
No ha quedado ni rastro ni eco de los gritos ni los últimos destellos de metales atravesando hasta lo más hondo los cuerpos y las vidas de aquellos bárbaros.
Sin embargo, pese a esta calma, los libros insisten en que aquí tuvo lugar. Aquí y en un ahora como este, un octubre del año 456, el rey de los visigodos, Teodorico II, por fin alcanzó al rey suevo Requiario y lo derrotó para siempre, a las márgenes del río.
Supongo que las hojas ya estarían amarilleando.
Hay cosas que no cambian.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay cosas que no cambian... es cierto.

Fernando F. M. dijo...

He estado paseando estos días junto con Juan y Canela por las orillas del Orbigo. Ayer terminé la lectura pero aún no se ha detenido el tiempo de ésta y creo que dejará rastro y posos. Volveré. He disfrutado mucho.